Una ola de violencia brutal ha conmocionado el centro de Haití, donde al menos 50 personas han sido asesinadas esta semana, algunas de ellas con signos de haber sido decapitadas y quemadas. Fuentes locales informaron a EFE este viernes sobre la macabra situación, atribuyendo los crímenes a individuos de una coalición de grupos de autodefensa que actúan contra la población de Préval.
Los relatos desde la localidad son desgarradores y pintan un panorama de horror absoluto. Según las fuentes consultadas, las víctimas incluyen “menores, ancianos y jóvenes que fueron decapitados y luego quemados”. La barbarie alcanzó tal nivel que se han reportado “personas calcinadas dentro de sus casas”, así como “cuerpos en estado de descomposición y otros devorados por perros callejeros”, lo que evidencia la magnitud y el tiempo transcurrido desde que ocurrieron algunos de estos atroces actos.
La situación es aún más grave debido a la dificultad para obtener un recuento preciso y final de las víctimas. El balance actual es solo parcial, ya que los habitantes de las diferentes zonas continúan descubriendo nuevos cadáveres cada día, arrojados en ríos y campos. Esto sugiere que la cifra real de fallecidos podría ser considerablemente mayor y que la violencia ha dejado una estela de destrucción y muerte que apenas comienza a ser revelada.
Estos incidentes subrayan la crítica situación de seguridad que persiste en Haití, donde la ausencia de un control estatal efectivo y la proliferación de grupos armados, incluyendo las autodenominadas “autodefensas”, han sumido a vastas regiones del país en un estado de anarquía y terror. La comunidad internacional y las autoridades locales enfrentan un desafío monumental para proteger a la población civil y restaurar el orden en un país al borde del colapso. La falta de una respuesta contundente y la impunidad de los perpetradores amenazan con perpetuar el ciclo de violencia que asola a la nación caribeña.