Barcelona, España. Fue un fenómeno, un ícono y un recordatorio constante de la singularidad de la naturaleza. Copito de Nieve, el único gorila albino conocido en el mundo, cautivó a millones y dejó una huella imborrable en la historia de la zoología y la conservación animal.
Nacido en 1964 en las profundidades de Guinea Ecuatorial, su distintivo pelaje blanco, producto de una mutación genética por endogamia, lo hizo inconfundible. En 1966, el entonces joven gorila llegó al Zoológico de Barcelona, donde rápidamente se convirtió en la principal atracción del parque y en un emblema de la ciudad a nivel mundial.
Un legado genético sin repetición
A pesar de su condición albina, Copito de Nieve fue un padre prolífico, dejando 21 descendientes. Sorprendentemente, ninguno de ellos heredó su peculiar coloración, lo que acentuó aún más su carácter único dentro de la historia de los primates. Esta particularidad genética lo convirtió en un objeto de estudio fascinante para la comunidad científica, que buscaba desentrañar los secretos detrás de su albinismo.
De estrella a símbolo de conservación
Durante 36 años en cautiverio, Copito de Nieve no solo atrajo a multitudes, sino que también fue protagonista de numerosas investigaciones científicas, campañas de concienciación sobre la conservación y homenajes a su figura. Sin embargo, su albinismo, que lo hacía especialmente sensible a la luz solar, también le trajo serios problemas de salud, culminando en un cáncer de piel.
Copito de Nieve falleció en 2003, pero su recuerdo y su impacto perduran. Más allá de su apariencia única, su vida sirvió como un potente símbolo de la biodiversidad y la imperante necesidad de proteger las especies y sus hábitats. Su historia sigue resonando como un llamado a la acción para la conservación animal en todo el mundo.