Por: Nelson Morel. 13 de septiembre del año 2025
La televisión dominicana ha sido escenario de múltiples transformaciones, donde los formatos tradicionales se enfrentan a nuevas tendencias que capturan la atención de un público cada vez más fragmentado y exigente. En ese choque inevitable, el Show del Mediodía, como emblema de la televisión nacional, se ha visto medido frente al auge arrollador de la telerealidad. Pero más allá de una simple competencia de ratings, lo que se evidencia es una estrategia mercadológica particular: los dueños de la marca parecen estar permitiendo, consciente o inconscientemente, el “desalojo” del producto tradicional desde el propio corazón de su casa mediática.
La telerealidad no llegó como un accidente. Llegó como un modelo de negocio con la capacidad de generar conversación inmediata, viralidad en redes sociales y, sobre todo, patrocinio fresco. Cada programa de reality se convierte en un microcosmos de consumo constante: ropa, música, alimentos, aplicaciones de votación, influencers y hasta memes que corren en paralelo al show. Frente a esa ola, un espacio como el Show del Mediodía, que fue históricamente la gran plataforma de entretenimiento, comienza a parecer estático, como si permaneciera atrapado en una época donde la fidelidad de la audiencia se ganaba solo con trayectoria.
Lo paradójico es que, en vez de defender su posición como “marca madre”, el Show del Mediodía parece haber aceptado el papel de testigo, dejando que la telerealidad se adueñe del lenguaje televisivo y de la atención popular. Esto no es un simple descuido: puede entenderse como una estrategia de transición. Una jugada donde los propios propietarios del canal permiten el desplazamiento de su producto histórico, para darle espacio al nuevo formato que garantiza rentabilidad y relevancia en la era digital. En otras palabras: se autoriza el desalojo de la vieja marca desde la misma casa que la albergó.
La consecuencia es clara: el Show del Mediodía deja de ser el epicentro cultural de la pantalla chica y pasa a ser un testimonio de lo que fue. La telerealidad, en cambio, se convierte en el vehículo mercadológico que dicta tendencia y conecta con la generación que ya no consume televisión como antes, sino como extensión de su interacción digital.
Estamos ante un caso ejemplar de cómo las marcas no siempre mueren por ataque externo, sino que a veces se auto-relegan para dejar paso a nuevas narrativas de negocio. El Show del Mediodía y la telerealidad no son simplemente rivales; son eslabones de una misma estrategia: la del reemplazo paulatino, calculado y aparentemente inevitable.


