La política estatal iraní en relación con el hiyab o velo islámico se encuentra en un momento de debate y aparente relajación de las normas estrictas, según declaraciones recientes del político conservador Ali Motahari. Al margen de la Feria Internacional del Libro de Teherán, Motahari afirmó la semana pasada que la Policía solo debería intervenir ante infracciones graves del código de vestimenta. “Hay que recordar que, incluso en tiempos del Sha -es decir, antes de la revolución de 1979-, se arrestaba a mujeres que no se vestían de manera decente en público”, añadió, estableciendo un contraste con la situación actual.
Es relevante recordar que Ali Motahari, antes de las masivas protestas nacionales desatadas tras la muerte de Jina Mahsa Amini bajo custodia policial en septiembre de 2022, había sido un firme defensor de medidas severas contra cualquier desviación del estricto código de vestimenta femenino. Su pregunta en 2014 como parlamentario al entonces ministro del Interior “¿Por qué se les permite a las mujeres llevar pantalones debajo del abrigo?” y su exigencia de acciones más estrictas ejemplifican su postura anterior.
Sin embargo, la sociedad iraní parece haber experimentado una transformación significativa tras los eventos de 2022. Una investigadora de género y periodista residente en Teherán, quien se niega a usar el hiyab en público y alienta a otras a hacer lo mismo, expresó a DW: “Lo que hemos logrado en los últimos tres años no nos lo puede quitar el Estado”. A pesar de enfrentar advertencias oficiales e incluso amenazas de muerte anónimas, su determinación refleja un cambio en la actitud de muchas mujeres iraníes. “No pueden obligarnos más a seguir sus reglas y ponernos automáticamente el hiyab cada vez que salimos de casa”, sostiene.
La investigadora asegura que Irán ha cambiado profundamente desde la muerte de Jina Mahsa Amini. Un ejemplo palpable de esta transformación se observó en el funeral de la reconocida escritora y poeta iraní Shiva Aristoui el 12 de mayo. En una ruptura con la tradición religiosa y social que reservaba esta tarea a los hombres, el ataúd fue llevado por mujeres que no portaban el hiyab obligatorio. Este acto simboliza la creciente participación visible de mujeres sin velo en espacios públicos, incluyendo funerales, donde cargan los féretros de sus seres queridos como una expresión del movimiento “Mujer, vida, libertad”.
Es importante destacar que muchas de estas mujeres que desafían el código de vestimenta evitan conscientemente el contacto con medios extranjeros y la atención pública para protegerse de posibles represalias adicionales. En Irán, cualquier interacción con medios internacionales puede ser interpretada como “propaganda contra el sistema”, “colaboración con un gobierno enemigo” o incluso actuar bajo un “encargo del extranjero”, lo que conlleva serias penalizaciones.
El caso de la periodista Nilufar Hamedi ilustra los riesgos que enfrentan quienes dan voz a estas transformaciones. Su cobertura de la muerte de Jina Mahsa Amini en 2022, incluyendo la publicación de una emotiva fotografía de los padres de Amini llorando que se viralizó como símbolo de las protestas, la catapultó a la atención mundial. Sin embargo, esta cobertura le valió su arresto y acusaciones de “colaboración con un gobierno enemigo” y “propaganda contra el sistema”, resultando en una condena de 13 años de prisión. Tras pasar 17 meses tras las rejas, fue liberada bajo fianza en enero de 2024 y posteriormente, en febrero de 2025, recibió el indulto del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, junto a su colega Elahe Mohammadi.
Un hito significativo se produjo el 11 de mayo, 2800 días después de su reportaje inicial, cuando un nuevo artículo firmado por Nilufar Hamedi fue publicado en el diario Shargh. Este hecho marca su retorno al ejercicio del periodismo en Irán, sugiriendo un posible cambio en el panorama mediático y la libertad de prensa en el país tras las convulsiones de los últimos años. La aparente relajación en la aplicación estricta del código de vestimenta, junto con el regreso al trabajo de una periodista que fue encarcelada por su cobertura de un tema sensible, podría indicar una nueva fase en la relación entre el estado iraní y su sociedad, aunque las tensiones y los riesgos para quienes desafían las normas persisten.