Una reliquia de la era espacial soviética, la sonda Kosmos 482 lanzada en 1972, se dirige a un reingreso incontrolado a la atmósfera terrestre, generando incertidumbre global sobre su posible punto de impacto. Tras más de cinco décadas orbitando nuestro planeta después de fallar en su misión original a Venus, la antigua nave espacial se ha convertido en un objeto de intensa observación por parte de científicos y rastreadores espaciales.
Aunque fue creada para explorar la abrasadora superficie de Venus como parte del exitoso programa Venera, un fallo en el cohete Soyuz impidió que Kosmos 482 alcanzara la velocidad necesaria, dejándola atrapada en una órbita terrestre elíptica. Poco después de su lanzamiento fallido, la sonda se fragmentó, con el cuerpo principal reingresando a la atmósfera en 1981. Sin embargo, la nave persistió en su órbita no planificada durante casi 53 años.
Se espera que este fragmento de la historia espacial vuelva a entrar en la atmósfera entre el el 13 de mayo. La gran incógnita reside en dónde impactará. Los expertos advierten que, debido a la naturaleza incontrolada de su reentrada, es imposible predecir con exactitud su punto de caída. La zona potencial de impacto es vasta, extendiéndose entre las latitudes 52 grados norte y 52 grados sur, abarcando importantes centros urbanos como Londres, Nueva York y Pekín, hasta la punta de Sudamérica. Esta amplia “zona roja” incluye territorios en Europa, América del Norte, Asia, Australia y África, manteniendo en vilo a naciones de diversos continentes.
El astrónomo Marco Langbroek, de la Universidad Técnica de Delft, quien ha seguido de cerca la trayectoria de Kosmos 482, subraya la imprevisibilidad del evento. “Incluso el mismo día de la reentrada, habrá grandes incertidumbres”, afirmó, destacando la complejidad de los factores que determinarán su caída.
A pesar de la preocupación latente, Langbroek tranquiliza al señalar que los riesgos, aunque no nulos, no son elevados. Con una masa aproximada de 500 kilos y un tamaño de un metro, Kosmos 482 se asemeja a un pequeño meteorito. Si bien un impacto podría causar daños, existe la posibilidad de que se desintegre parcialmente al atravesar la atmósfera terrestre. Curiosamente, su diseño robusto para soportar las condiciones extremas de Venus podría incluso permitir que algunas partes, o el módulo de aterrizaje completo, sobrevivan al reingreso.
Esta situación pone de relieve el creciente problema de la basura espacial. Kosmos 482 es solo uno de los cientos de miles de fragmentos de desechos que orbitan la Tierra, representando un riesgo potencial para las misiones espaciales activas y, en raras ocasiones, para la superficie terrestre.
El rastreador de satélites Ralf Vandebergh ha capturado imágenes de alta resolución de la sonda, sugiriendo la posible presencia del paracaídas de aterrizaje. Sin embargo, se necesita más análisis para confirmar si este componente sigue intacto y funcional después de más de medio siglo en el vacío espacial. El estado del paracaídas podría influir significativamente en la desintegración y dispersión de los restos durante el reingreso.
Mientras el mundo espera el desenlace de este evento cósmico, la reentrada de Kosmos 482 sirve como un recordatorio de la longevidad de los artefactos espaciales y la importancia de mejorar el seguimiento y la gestión de los desechos orbitales. Aunque la probabilidad de daños significativos es baja, la incertidumbre sobre el destino final de esta sonda soviética mantiene en expectativa a la comunidad científica y al público en general, demostrando cómo vestigios de la exploración espacial de antaño aún pueden capturar nuestra atención en el presente.